En el atentado contra la iglesia de Testigos de Jehová conoceremos a la familia protagonista.  El padre es el oficiante que va en busca de ayuda para levantar otro templo, dejando solos al niño que no tiene amigos, y a la esposa Yana que está en crisis porque no se reconoce en el papel que le está dando su nueva vida. Busca la soledad para encontrar su identidad.  

Es una propuesta con estética arriesgada con unos encuadres preciosísimos, que se resuelve en planos fijos, donde a veces la cámara es testigo de una parte de la acción. Cine europeo de autor experimentando nuevas formas de contar historias.

La película gira en torno al sacrificio en diferentes planos. Comienza con una celebración religiosa donde se explica el significado del pasaje de la Biblia en que Dios exige a Abraham que sacrifique a su único hijo. En la pareja protagonista, el líder religioso pide a su pareja que sacrifique su futuro como actriz de cuarta porque necesita apoyo para llevar a cabo su misión. Cuando el acoso a la minoría religiosa llega a un punto de no retorno ¿es necesario sacrificarlo todo para comenzar desde cero?

Yana, el personaje femenino es complejo y misterioso, la actriz Sukhitashvili se contiene al interpretar a esta mujer en descomposición. La protagonista ni siquiera se obedece a sí misma, no cuenta lo que piensa, no vive conforme a lo que siente. Se deja llevar, no pone ni resistencia ni pasión a la agresión, añadiendo dramatismo sexual. Es la víctima que sabe que nunca será perdonada, es la madre que unas veces sobreprotege y otras desconsidera.

Los personajes masculinos son más previsibles, están más identificados con el deber, con la ambición, con el deseo. Son una anécdota, materia orgánica que se descompone para ser lo que fue.    

La película es la gran triunfadora del último Festival de San Sebastián.,  una Concha de Oro que dará que hablar.  Opera prima de Dea Kulumbegashvili que le convierte en un referente del cine de autor.